sábado, 9 de agosto de 2014

Feliz aniversario, Oscar Ferrari

Oscar Ferrari
Oscar Manuel Rodríguez de Mendoza, nació el 9 de agosto de 1924, en la calle Deán Funes 743, en el barrio porteño de Balvanera, era el hijo único de una pareja de bailarines que actuaba en los teatros de variedades, el padre se llamaba Roberto y la madre María Antonia, por lo cual desde pequeño asistió a las funciones desde las bambalinas de los teatros de revistas más importantes de Buenos Aires. Fue así que a la edad de 4 años ya debutaba cantando un tango en la compañía de Arturo De Bassi.

Ferrari, que era bajo de estatura y tenía un nítido registro de tenor agudo y lírico comenzó a trabajar muy joven y después de una breve actuación en la orquesta de Atilio Felice, ingresó en 1943 a la Típica Gómez hasta que al participar ese mismo año en un concurso de radio el director Juan Caló lo escuchó cantar “Alma de bohemio” y lo contrató. 

En 1945 pasó a la orquesta que dirigía el violinista Alfredo Gobbi, luego actuó en el conjunto Los Cantores de América, junto con el guitarrista Adolfo Berón y Alberto Suárez Villanueva en el piano. Más adelante entró a la orquesta de Edgardo Donato con la que interpretó el que sería uno de sus grandes éxitos, el tango “Galleguita” de Horacio Pettorossi y Alfredo Navarrine. Fue así que actuó en el café Marzotto, en el Tango Bar, el Chantecler y el Marabú.

Tras un corto paso por la orquesta de Astor Piazzolla integró la orquesta de José Basso haciendo pareja primero con el inolvidable Francisco Fiorentino y luego con Jorge Durán, para pasar después a la de Armando Pontier en la cual hacía dúo con Julio Sosa. Uno de sus grandes éxitos fue su interpretación del tango “Venganza” de Rubistein en la orquesta de José Basso, del que se vendieron 4 millones de discos en la primera impresión. Cuando Ferrari ingresó a la orquesta para reemplazar a Ricardo Ruiz, tomó ese tango, que aquél interpretaba con un estilo fresediano y le imprimió una característica diferente “con un poquito más de barro, un poquito más de arrabal” según describe Ferrari, y cuando decía “morí como un perro”, la frase prendió en la gente y tanto es así que en el año 1950 se vendieron 4 millones de discos.

Trabajó luego como solista e hizo giras artísticas en el interior del país y en el exterior y en 1970 vuelve a integrar la orquesta de Armando Pontier y en 1973 la de Leo Lipersker, para luego retomar su carrera como solista. En año 1995 se incorpora a la orquesta de Beba Pugliese, con quien tiene oportunidad de actuar en París. A partir de 1997 vuelve a presentarse como solista, acompañado a veces por el bandoneonista Carlos Missorini a la vez que da clases de canto en la Escuela Argentina de Tango.

En los últimos 35 años se dedicó a la enseñanza y además escribió el libro “Historias de cabaret”, donde relata su experiencia en cabarés del interior, “Versos de amor y barricada” y “A mis colegas”, en el que traza con un enfoque humano y fraterno la semblanza de varios compañeros de profesión.

Ferrari fue distinguido con la “Orden del Porteño”, el “Discepolín de Oro”, el “Homero Manzi de Oro” y en diciembre del año 2002 recibió de la Academia Porteña del Lunfardo el “Diploma a la Gloria del Tango”. La ley N° 2.193 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires del 5 de diciembre de 2006 declaró “Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires” al “Profesor Oscar Ferrari”.

Tango: Tu piel de jazmín
Letra: José María Contursi
Música: Mariano Mores
Intérprete: Oscar Ferrari





Las letras de Tango reflejan la vida misma. Reflejan el dolor, el placer, la nostalgia, alegrías y tristezas. A través de ellas te invito a pensar!

Letra:
Estoy pagando mi culpa...
Borracho, sin razón, perdido!
Ya no tendré lo que he tenido,
ya nunca, yo sé que nunca!
Y en el silencio se quedó
la queja amarga de tu adiós como un castigo...
Estoy pagando mi culpa
y sigo sin poder olvidar...


Me faltas tú
con tu piel de jazmín...
Me faltas tú
con tu voz, tú reír...
Y en la terrible tortura
de mis noches tan dramáticas y oscuras,
escucho siempre tu voz, toco tu piel,
tu piel de raso y jazmín!


Me fui matando tus sueños
y todo se quedó vacio.
Abandoné lo que era mío,
te acuerdas... tan sólo mío!
Y hoy que no puedo regresar,
tu llanto sigue junto a mí
como un castigo.
Me fui matando tus sueños
y sigo sin poder olvidar!