martes, 26 de julio de 2016

Feliz aniversario, Enrique Dizeo

Enrique Dizeo
Enrique Dizeo nació en el barrio de San Cristóbal, provincia de Buenos Aires, República Argentina, el 26 de julio de 1893, que usaba el seudónimo de Ozedi. Fue poeta y letrista dedicado al género de tango.

Hijo de Francisco Dizeo y Francisca Bruno. ¿Estudios cursados?, los primarios y nada más. Luego la calle, permanente escenario de sus correrías de muchachito inquieto, transitando esos barrios de infancia que fueron, en diferentes momentos, San Cristóbal, Boedo o Parque de los Patricios.

Trabajó en distintos lugares, sin oficio, y siempre ocasionalmente. La bohemia, aunque sin desbordes, lo atrapó tempranamente, pero mantuvo ciertos códigos de conducta que lo apartaron de la pillería o el malandrinaje. Y así, desde muy jovencito, la calle, el verso y la tertulia nochera concluyeron por definir su personalidad.

Sus primeros pasos en el espectáculo fueron con el conjunto carnavalesco Los Hermanos Facha Brutta y su primera letra, con sabor contursiano fue con la historia del varón abandonado por la mujer que llora y evoca tiempos pasados en “Romántico bulincito” (1920) que musicalizó Augusto Gentile y que tuvo buena acogida del público.

Más adelante produjo otras obras, algunas de las cuales con éxito, como su tango “Andate con la otra”, con música de Carlos Vicente Geroni Flores, que Azucena Maizani presentó el 22 de marzo de 1928 en el Teatro Maipo al estrenarse la revista Misia Presidencia haciendo de ella una creación; “El encopado” (1942), con música de Osvaldo Pugliese, que fue grabado el 1° de septiembre del mismo año por la orquesta de Aníbal Troilo con la voz de Fiorentino y, en mayo de 1969, por la orquesta de Osvaldo Pugliese y la voz de Abel Córdoba; el vals “Que nadie sepa mi sufrir” (1936) con música de Ángel Cabral y la milonga “Cobrate y dame el vuelto”, con música de Miguel Caló,

Carlos Gardel le grabó estos temas: “Primero campaneala”, Tan grande y tan zonzo y “Qué fenómeno”, todas con música de Anselmo Aieta; “Echaste buena” con música de Eduardo Bonessi; “A medianoche” y, en 1927, “Copen la banca”, las 2 con música de Juan Maglio (Pacho); “Maniquí” con la de Geroni Flores; “Jirón de pampa” con la de Pascual Mazzeo; “Pan comido”, estrenada en 1926 en el Café El Nacional, con la de Ismael Gómez; “Qué se vayan” con la de Francisco Canesa y “Viejecita mía” con música de Carlos Marcucci.

Dizeo desarrolló actividad gremial llegando a presidir la Sociedad de Autores y Compositores.

Fue, en la literatura del tango, el autor de más dilatada trayectoria, pues estuvo produciendo hasta bien entrados sus altos años. No con la asiduidad de los viejos tiempos y tampoco sin lograr repetir la popularidad de sus pasados éxitos. Pero eso ya no importaba. Su nombre estaba definitivamente inventariado en la historia del tango, a través de una nutrida obra letrística, de la cual buena parte se ha salvado del olvido.

Sus versos, sencillos y directos, tuvieron el ingrediente de una expresión colorida, vibrante de calle y barriada. Y a esas vibraciones ciudadanas -en su primera etapa, especialmente- las aderezó con el chamuyo y el saber de quien no es solamente testigo, sino también protagonista de la cosa.

De aquellos años iniciales han quedado clavados en la emoción popular títulos como “Copen la banca”, del cual Carlos Gardel dejó una versión inmejorable, “Pan comido”, “Echaste buena”, “Qué se vayan”, “Andate con la otra”, y tantos otros en los que se advierte el fácil manejo del lunfardo, y en el que se mezclaron los términos turfísticos juntamente con muchos «cancherismos porteños» (términos pícaros y audaces).

Sin embargo, cuando se produjo la revolución literaria del tango con la aparición de José González Castillo, Homero Manzi, Francisco García Jiménez, Alfredo Le Pera y otros, también Enrique Dizeo se incorpora a ellos comenzando una labor con un lenguaje más cuidado, incursionando en el tema del amor -“Más solo que nunca”, “Acordándome de vos”, “Cada día te quiero más”, “Mi regalo”, aunque sin descuidar sus brochazos ciudadanos, tan llenos de emoción y de auténtico porteñismo: “El encopao”, “No es más que yo”, “Ficha de oro”, “Con toda la voz que tengo” y tantos otros más.

Y entre esos tangos y milongas aparece de pronto el gran impacto de su trayectoria de autor: el vals peruano “Que nadie sepa mi sufrir”, con música del cantor Ángel Cabral, que todavía hoy se sigue cantando en nuestro país y en el extranjero. Fue grabado por diversos artistas, algunos de proyección internacional, como la gran Edith Piaf, que dieron a sus autores fama y dinero.

No obstante, ese inesperado suceso que le reportó amplia celebridad, alcanzada a través de una composición de módico contenido, unida a una pegadiza melodía de marcado acento limeño, el nombre de Enrique Dizeo seguirá perteneciendo al mundo del tango.

Y a ese Enrique Dizeo, cultor de un estilo, de una técnica y de un lenguaje extraordinariamente identificado con la canción popular de Buenos Aires quiere recrear este trabajo.

Vivió y murió soltero, aunque se le conocieron algunas aventuras amorosas, ninguna de las cuales consiguió atarlo al matrimonio. Una de esas mujeres estuvo a punto de lograrlo. Fue una relación última, de casi 20 años, «pero se mancó en el final». Quedó empedernidamente célibe, pero en soledad. Sus últimos años los vivió en el barrio de Floresta, en la calle Candelaria 201.

Vals: Que nadie sepa mi sufrir
Música: Ángel Cabral
Letra: Enrique Dizeo
Intérprete: Patricia Muñoz



Las letras de Tango reflejan la vida misma. Reflejan el dolor, el placer, la nostalgia, alegrías y tristezas. A través de ellas te invito a pensar!

Letra:
No te asombres si te digo lo que fuiste,
una ingrata con mi pobre corazón,
porque el brillo de tus lindos ojos negros
alumbraron el cariño de otro amor.

Y pensar que te adoraba tiernamente,
que a tu lado como nunca me sentí.
Y por esas cosas raras de la vida
sin el beso de tu boca yo me vi.

Amor de mis amores,
reina mía, qué me hiciste
que no puedo consolarme
sin poderte contemplar.
Ya que pagaste mal
a mi cariño tan sincero,
lo que conseguirás
que no te nombre nunca más.

Amor de mis amores
si dejaste de quererme,
no hay cuidado que la gente
de eso no se enterará.
Que gano con decir
que una mujer cambió mi suerte,
se burlarán de mi,
qué nadie sepa mi sufrir.