sábado, 11 de octubre de 2014

Feliz aniversario, Tita de Buenos Aires

Tita Merello
Laura Ana Merello, más conocida en el mundo artístico por Tita Merello, nació el 11 de octubre de 1904 en un conventillo del barrio porteño de San Telmo ubicado en la calle Defensa 715, entre Balcarce y el pasaje San Lorenzo. Hija de la planchadora Ana Gianelli y del cochero Santiago Merello. Fue actriz y cantante de tango y milonga.

Su padre murió cuando su hija tenía apenas 4 meses de edad víctima de tuberculosis. “...miro mucho (las fotos amarillentas), siempre. Me da ternura ver sus grandes bigotazos y sus ojos dulces. Cuando un hombre muere joven, queda siempre detenido en esa edad. Ahora lo cuido como si fuera mi hijito”, dijo ya anciana sobre su padre. Merello, quien tuvo una infancia muy dura marcada por la pobreza y la falta de cariño, más tarde diría: “El dolor nació conmigo”. Recién a los 4 años, fue reconocida en la partida de nacimiento y a los 5 fue trasladada a un asilo de Villa Devoto porque su madre debía trabajar y no podía hacerse cargo de ella.

Durante su infancia, además de su estancia en el asilo, vivió esporádicamente en varios sitios, por ejemplo, en Montevideo, capital de Uruguay, donde sin recibir salario se desempeñó como sirvienta. Luego, poco antes de cumplir 10 años, aconsejada por un médico que le diagnosticó tuberculosis (cuyos síntomas nunca se presentaron), residió con su tío en un campo ubicado en Bartolomé Bavio, cerca de Magdalena, realizando distintos trabajos en los que ayudaba a su familia ordeñando vacas, preparando asados y cebando mates, tareas de las cuales señaló: “Trabajaba como un hombrecito, entre los hombres. Pasaban los días, las noches. Nunca un gesto de ternura”. La soledad, la pobreza y el abandono emocional marcaron la personalidad de Merello, quien ya adulta se definió de niña como una “chica triste, pobre y además, fea. Presentía que iba a seguir siéndolo siempre. Después descubrí que no hace falta ser bonita. Basta con parecerlo. Soy insolente de nacimiento y temperamento. Y con capacidad para sostener una insolencia... No recuerdo si tuve una infancia precoz. Lo que sé es que fue muy breve. La infancia del pobre siempre es más corta que la del rico”.

En 1916, trasladó su domicilio a una precaria vivienda de la calle Corrientes 1318, donde residió con su madre. En esa época, con 12 años, Merello no había podido concurrir a la escuela y, por lo tanto, no sabía leer ni escribir. En sus propias palabras, sólo sabía diferenciar la «a» de la «o». Recién en la década de 1920, Simón Yrigoyen Iriondo, familiar del expresidente Hipólito Yrigoyen, puso fin a su analfabetismo, bajo la guía de Eduardo Borrás. Más tarde, antes de fallecer, Iriondo diría que «es terca, muy terca, a veces ella parecía la maestra y yo el alumno. Y no se podía rendir ante la evidencia de que era yo quien enseñaba, es que siempre quería saberlo todo». Uno de sus principales biógrafos, Néstor Romano, analizando su estrellato sin haber tenido estudios, escribió: «Jamás pasó por un conservatorio de arte escénico ni educó su voz en escuelas de canto. Simplemente se hizo en la calle. Sin ayuda de nadie, a fuerza de talento y voluntad, construyó una carrera que la llevó desde los bares del bajo porteño y una cuarta fila de coristas a los primeros planos del tango y el cine nacional».

Su filmografía, comprendida entre 1933 y 1985, contiene más de treinta películas, entre ellas ¡Tango!, Filomena Marturano, Mercado de abasto, Los miedos, entre otras, casi todas pertenecientes al género dramático respectivamente. Definida como una actriz temperamental y versátil ligada al tango, Merello debutó en los comienzos del cine sonoro argentino, cuando filmó ¡Tango!, de Luis Moglia Barth. Para el elenco, el director optó por contratar a cantantes, orquestas, bailarines y actores de teatro principalmente. Acompañada por Ernesto Ponzio y Juan Carlos Bazán, ahí cantó el tango «Yo soy así pa´l amor». Durante los años siguientes de la década de 1930, continuó participando con frecuencia en filmes musicales, como Así es el tango (1936), en el que bailó con Tito Lusiardo y fue dirigida por Eduardo Morera.

Sin embargo, los historiadores cinematográficos coincidieron en que su primer papel importante lo llevó a cabo en La fuga (1937), un policial humorístico. Ahí, Merello estrenó el tango «Nieblas del Riachuelo», compuesto por Juan Carlos Cobián con letra de Enrique Cadícamo. Con Luis Saslavsky, director del filme, volvería a trabajar en 1942 en Ceniza al viento. En 1947, fue convocada en México para desempeñar el papel principal de Cinco rostros de mujer junto a Arturo de Córdova, filme por el cual obtuvo el premio Ariel como mejor actriz.

Adquirió relevancia luego de encabezar Morir en su ley, donde interpretó el personaje de la esposa de un pistolero que quiere alejarse de él; se enamora y sufre un desengaño que la lleva a la muerte. Sus éxitos más relevantes tuvieron lugar en la década de 1950, período en el que protagonizó 11 películas. En Arrabalera (1950), cantó el tango que lleva el mismo nombre y en esta producción, destacó el dolor de su personaje por ser madre soltera.

En 1951, un año después, protagonizó con Arturo García Buhr y dirección de Lucas Demare, Los isleros, que relata la vida de los pobladores del Delta del Paraná en un ambiente precario. Su labor le mereció el premio a la mejor actriz de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina y de la Asociación de Cronistas Cinematográficos de la Argentina. En 1955, de nuevo con el mismo director, encabezó Mercado de abasto, donde llevó a cabo el tango «Se dice de mí» y actuó en compañía de Pepe Arias.

En algunas ocasiones encarnó personajes que, casi siempre en medio de la pobreza, debieron cuidar a hijos, hermanos u otros parientes, tal como ocurrió en Para vestir santos. Por otra parte, en Pasó en mi barrio, Guacho, Filomena Marturano y Mercado de abasto interpretó a mujeres que tuvieron que defender a sus hijos de sus propios padres. En Los isleros (1951), una de sus películas más destacadas, cumplió el papel de una madre posesiva y que llega a la injusticia para sobreproteger a sus hijos.

En la década de 1960, generalmente dirigida por Hugo del Carril o Enrique Carreras, incursionó en una serie de películas que no tuvieron demasiado éxito en comparación con las anteriores. La versión teatral de Amorina de 1957 fue llevada al cine en 1961, y le valió el premio a la mejor actriz del Instituto Nacional de Cinematografía. Participó como actriz y guionista en ¡Esto es alegría! y en 1974, se estrenó en la sala Normandie La Madre María, basada en la vida de María Salomé Loredo. Ahí, estuvo secundada por diversos actores como María José Demare, José Slavin, Tina Serrano, Marta Gam, entre otros. Varios fragmentos de sus grabaciones fueron utilizados en la película El canto cuenta su historia (1976), que contó con la animación de Julio Mahárbiz y el auspicio de Aries Cinematográfica Argentina. Sus últimos trabajos fueron en 1980 y 1985 respectivamente, cuando secundó a María Leal y Soledad Silveyra en Los miedos y acompañó, contando con 80 años, a Mercedes Carreras en Las barras bravas.

En 1927, debutó con un disco de dos temas: «Te acordás reo» y «Volvé mi negra». En 1929 editó otro, que contuvo tangos como «Qué careta», «Che, bacana», «Paquetín paquetón», «No te hagas curar», entre otros. El periodista Jorge Palacio señaló que la mayoría de los tangos interpretados por Merello en sus comienzos poseían letras humorísticas. A fines de la década de 1920 dejó de grabar discos, algo a lo que retornaría acompañada por Francisco Canaro recién en 1954, cuando produjo siete discos en el período de un año (hasta 1955) contando con 49 años.

Si bien Merello no grabó demasiado, cantó diversas canciones en sus películas y fue reconocida principalmente por su interpretación de «Se dice de mí» y «La milonga y yo», cuyas letras se relacionaban a la cantante. Su voz se caracterizaba por tener una tonada muy grave y rígida, y encarnó el tango humorístico con gran expresividad. «Llamarada pasional», compuesta por ella misma y con música de Héctor Stamponi, la dedicó a su pareja Luis Sandrini y entre los temas que integraban su repertorio, se hallaban «Qué careta», «Che, pepinito», «Te has comprado un automóvil», «Garufa», entre otros. A lo largo de toda su carrera musical cantó melodías de diversos géneros musicales como el bolero, el tango, la ranchera o la milonga.

Al igual que Libertad Lamarque, en sus películas generalmente había cuadros musicales en donde interpretaba tangos. En Filomena Marturano (1949) cantó «Pipistrela», con letra de Fernando Ochoa y música de Juan Canaro. Paralelamente, en 1969, en Viva la vida, dirigida por Enrique Carreras, interpretó «La milonga y yo», redactada especialmente para ella por Leopoldo Díaz Vélez con música de Tito Ribero. El director de orquesta y arreglador Víctor Buchino trabajó con ella en sus recitales en México y en sus filmes Arrabalera, Filomena Marturano y Morir en su ley; además, se destacó como pianista acompañando a Merello en «No aflojés».

Entre 1964 y 1965, luego de un lapso de ausencia, retornó al medio discográfico con la orquesta de Carlos Figari, entonando melodías como «Graciela oscura», «Soledad, la de Barracas», «Me enamoré una vez» o «Che, Bartolo». Con Figari permanecería trabajando hasta 1969 y, luego de diez años, grabó un disco con la orquesta de Héctor Varela. Ahí, su representación de «Con permiso» muestra desparpajo y sorprende con otras formas de acentuación. Sin embargo, se destacó con «Padrino pelao», que le permitió parodiar antiguas costumbres de barrio.

Se retiró del cine en 1985, pero continuó actuando en teatro, TV y radio; incluso, fue distinguida como «Ciudadana ilustre de la Ciudad de Buenos Aires» en 1990.

Osvaldo Pugliese le dedicó un tango instrumental titulado «Para Tita» y el cantante Cacho Castaña le compuso el tema musical «Tita de Buenos Aires». En 1993, la Asociación Amigos de la Avenida Corrientes descubrió un monumento construido frente a su antigua casa y en 1995 el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) fundó el Complejo Tita Merello.

En diciembre de 1999 se inauguró una plaza con su nombre en el Pasaje Jenner, en el barrio de San Cristóbal. Debajo de uno de los espacios vacíos dejados de la construcción de autopistas en 1997 se le realizó el homenaje. Al enterarse del acto, lo agradeció desde la Fundación Favaloro pero no asistió a la celebración. También se le construyó un monolito ubicado en avenida Corrientes y Talcahuano, gracias a una propuesta de Eduardo Dosisto con la anuencia de la Comisión de Amigos de la Avenida Corrientes, cuyo vicepresidente era Ben Molar.

El 11 de octubre de 1998, al cumplir 94 años, varios amigos lograron detener su aislamiento y los cuadros depresivos que cada vez sufría con mayor intensidad, y tuvo una charla con el periodista Jorge Fontana en Radio de la Ciudad y una con Tiempos modernos, de Radio Continental. Ese mismo año también se colocó una placa en su honor en la plaza del barrio de San Cristóbal. Además recibió un homenaje en el Auditorio del Colegio de Abogados, de avenida Corrientes, y la Academia Porteña del Tango le brindó un tributo en donde estuvieron presentes Enrique Dumas, Jorge Rivera López, Ben Molar, Soledad Silveyra, Marikena Monti, Beba Pugliese, entre otros.

Milonga: Se dice de mí
Música: Francisco Canaro
Letra: Ivo Pelay
Intérprete: Tita Merello

Las letras de Tango reflejan la vida misma. Reflejan el dolor, el placer, la nostalgia, alegrías y tristezas. A través de ellas te invito a pensar!

Letra:
Se dice de mí...
se dice de mí...
se dice de mí...
Se dice que soy fiera,
que camino a lo malevo,
que soy chueca y que me muevo
con un aire compadrón,
que parezco Leguisamo,
mi nariz es puntiaguda,
la figura no me ayuda
y mi boca es un buzón.


Si charlo con Luis,
con Pedro o con Juan,
hablando de mí
los hombres están.
Critican si ya,
la línea perdí,
se fijan si voy,
si vengo o si fui.


Se dicen muchas cosas,
mas si el bulto no interesa,
¿por qué pierden la cabeza
ocupándose de mí?


Yo sé que muchos
me desprecian comprar quieren
y suspiran y se mueren
cuando piensan en mi amor.
Y más de uno se derrite si suspiro
y se quedan, si los miro,
resoplando como un Ford.


Si fea soy, pongámosle,
que de eso aun no me enteré.
En el amor yo solo sé
que a más de un gil, dejé a pie.
Podrán decir, podrán hablar,
y murmurar y rebuznar,
mas la fealdad que dios me dio
mucha mujer me la envidió.
Y no dirán que me engrupí
porque modesta siempre fui…
¡Yo soy así!


Y ocultan de mí…
ocultan que yo tengo
unos ojos soñadores,
además otros primores
que producen sensación.
Si soy fiera sé que, en cambio,
tengo un cutis de muñeca,
los que dicen que soy chueca
no me han visto en camisón.


Los hombres de mí
critican la voz,
el modo de andar,
la pinta, la tos.
Critican si ya
la línea perdí,
se fijan si voy,
si vengo, o si fui.


Se dicen muchas cosas,
mas si el bulto no interesa,
¿por qué pierden la cabeza
ocupándose de mí?